Locomotora 'El Belga'

Aunque Vresse en sí mismo no tiene ningún vínculo con la historia ferroviaria (ni siquiera hubo una línea de tren que pasara por el pueblo), los habitantes decidieron, en el marco de los 150 años de Bélgica, recrear la locomotora como carroza de carnaval en 1980. Durante meses, muchos habitantes del pueblo trabajaron juntos en el proyecto. Gracias al chasis y el motor de una furgoneta vieja, donada por el mecánico local, la máquina también pudo realmente moverse. La locomotora tuvo un lugar fijo en el centro de Vresse, en un pequeño edificio destinado a tal fin.

1980. Se organizó un desfile con motivo del 150 aniversario de la independencia del país y tenía que haber una carroza, al igual que en los pueblos vecinos...

¿Por qué no recreamos la primera locomotora del país?

La idea rápidamente ganó terreno en las mentes de la gente. Quizás porque el lugar nunca había tenido contacto con los ferrocarriles, salvo por una máquina de vapor.

Originalmente se trataba de construir una carroza que se asemejara al antepasado de nuestras locomotoras. Pero pronto cambiaron de opinión...

En un hermoso día de abril, cuatro personas de las Ardenas llegaron a la capital: Maurice Mergny, Florimont Louvet, François Colas y Georges Bertholet. Destino: el museo del ferrocarril, donde se encontraba el modelo de la locomotora en cuestión, llamada - ¿cómo no? - "El Belg". Fue amor a primera vista para ellos en toda su majestuosa gloria. ¡Qué hermosa era esta locomotora aerodinámica con su brillante cobre, sus grandes ruedas negras y rojas y su larga chimenea en forma de espiral con una especie de cesta invertida encima!

En el camino de regreso a Vresse, cada uno de ellos sentía que esta locomotora, de una manera diferente a la de ser una carroza, sería parte de su vida.

Muy pronto se dieron cuenta de que debían ser exigentes consigo mismos. La decisión fue unánime: sería una copia, hasta el último tornillo, que construirían, y nada menos...

Se necesitaban más de unos pocos bienintencionados para llevar a cabo una obra de tal envergadura. De manera inexplicable, sin ninguna premeditación, llegaron voluntarios de todos los estratos sociales: artesanos, trabajadores, intelectuales, jubilados, todos apasionados por el audaz proyecto de Maurice Mergny y su equipo. De repente, la construcción de "Le Belge" se convirtió en el asunto de Vresse, es decir, de todo el pueblo.

Un segundo viaje a Bruselas reunió a diez participantes, esta vez al Palacio de Bellas Artes, donde, en el marco de la exposición "La época de las estaciones", había una copia a tamaño real del antepasado de los ferrocarriles belgas.

En grupos de dos, se registró la información. Cada equipo se encargó de una "parte" de la locomotora, dibujó las piezas, las midió, las fotografió, detalle por detalle, para que después tuvieran una mejor idea de la realidad.

Fue un día importante, porque el grupo de terco Vressois regresó a casa con una increíble cosecha: más de 150 fotos y cientos de dibujos que, al reunirse, casi representaban el plan detallado de la locomotora.

Todo un pueblo trabajando.

A partir de ese momento, todo Vresse se puso a trabajar. Cada grupo recibió la tarea de construir una parte de la máquina, que, gracias a la activa colaboración de Georges Cognaut, quien puso a disposición del equipo su taller de carpintería y, sobre todo, todas sus herramientas, estaría hecha completamente de madera local. Excepto el cobre, por supuesto, que tenía que realizarse en Dinant, el único lugar donde todavía existen trabajadores especializados para este tipo de trabajo.

Primer problema: finanzas... Una colecta en el pueblo había recaudado la ya considerabe suma de 16.000 F (397 Eur). Pero esto no era suficiente, especialmente para pagar a los caldereros... ¡No importa! Todos en el equipo se pusieron a trabajar y, con motivo de la feria local, abrieron un puesto especial donde vendían papas fritas, salchichas y otras merguez en beneficio de la acción de la "locomotora". ¡El resultado: 23.700 francos (588 euros) en la caja!

Un regreso inesperado a la camaradería de la parroquia.

Pero al final, la aventura fue mucho más allá de lo que cualquiera podría haber imaginado al principio. Este "pasatiempo grupal" debía, al mismo tiempo, dar lugar a una especie de mini-milagro en Vresse-sur-Semois.

Durante la construcción de la locomotora, se produjo un extraño fenómeno, una especie de sutil cambio en la atmósfera del pueblo. Cada día, cuando su trabajo estaba terminado, jóvenes y viejos llegaban lo más rápido que podían a "su" lugar de construcción. Este contacto diario, sin que ellos lo quisieran o siquiera lo sospecharan, revivió de repente esa vieja camaradería parroquial del pasado que ya no conocían. Personas que normalmente nunca habrían hablado entre sí se convirtieron en amigos inseparables. Los trabajadores ayudaban con paciencia - algo raro - a aquellos que no podían hacer nada con sus diez dedos. En resumen, el pueblo era 150 años más joven, y era como si hubieran vuelto a los primeros días de la independencia nacional!

Otro milagro, esta vez en mayor escala: cada noche y cada fin de semana, los hombres dejaban sus casas para dedicarse por completo a su pasatiempo de grupo. Nunca se oyó a una mujer de Vresse quejarse de esta situación. Mientras que en tiempos normales...

"El ambiente no debió ser muy diferente durante la construcción de catedrales", observó un habitante de Vresse con diversión.

Mientras tanto, 'Le Belge' empezaba a tomar forma lentamente. Cada día traía mejoras, la finalización de un detalle, la solución a un problema técnico. Un propietario de garaje ofreció un chasis y un motor de furgoneta como base para la locomotora. Un equipo estaba ocupado fabricando los remaches de madera de la antigua locomotora. Se dice que había más de 2.500 de ellos. Eugène Nicaise, responsable de la construcción de la gran chimenea - así relata la crónica - no durmió hasta que su trabajo estuvo terminado. E incluso se susurró que el oficial retirado de la gendarmería, que no era bueno con las manos, rápidamente se convirtió en un experto en bricolaje dentro de su equipo... En resumen, hoy "Le Belge" de Vresse está listo. Es una hermosa locomotora, absolutamente fiel al original: no falta ni un remache, ni un tornillo, ni un solo detalle de pintura o decoración. Rueda, silba, echa humo y expulsa vapor como lo hacía su antepasado en 1835 en los campos y praderas entre Bruselas y Malinas.

Membre, el pueblo vecino de Vresse, que se había ganado por el entusiasmo, aceptó también "jugar". Los habitantes, bajo la dirección de un carpintero de 75 años, Florimont Louvet, construyeron el vagón de pasajeros que es el complemento indispensable de la locomotora de Vresse. Después de que el desfile con motivo del 150 aniversario había pasado y las linternas festivas se habían apagado, Vresse continuó con su "hobby colectivo". "No podemos dejar nuestra locomotora fuera", dicen los chicos.

Así que decidieron colocarla sobre rieles (de madera), construir una plataforma para ella... y levantar un cobertizo cerrado a su alrededor, que esté a la altura.

willem vandenameele