VITRAUX DE LA CATHÉDRALE SAINT-ÉTIENNE

Apodada la linterna de Dios, con sus 6.500 m2 de vidrieras, la catedral de Saint-Etienne, en Metz, ofrece una síntesis ideal de las tres épocas doradas de las vidrieras en Lorena. El primer conjunto cuyo autor se conoce, el de Herman de Munster en la fachada oeste, data de finales del siglo XIV. Pero dos tercios de las vidrieras antiguas conservadas se remontan al Renacimiento y marcan la primera edad de oro con el inicio de la pintura de vidrieras, una técnica brillante asimilada a la pintura de caballete, con obras de Thibaut de Lixheim y sobre todo de Valentin Bousch. De origen alsaciano, él y su reputado taller realizaron gran parte de las vidrieras de la Catedral. Un resplandor y una creatividad que no se volverán a ver hasta el siglo XIX, la segunda edad de oro, con el desarrollo del mayor taller de pintura sobre vidrio de Francia, el de Laurent-Charles Maréchal. La entrada de los prusianos en Metz y la anexión alemana provocaron el declive de su taller, que había restaurado las principales vidrieras de la catedral de Metz entre 1842 y 1872 y creado nuevas vidrieras para el coro y la capilla de los obispos. También hay algunas creaciones contemporáneas notables: las ventanas altas de Pierre Gaudin realizadas en 1954. Las vidrieras de vivos colores de Jacques Villon (1957) adornan la capilla del Santísimo Sacramento y son claramente visibles desde el exterior al caer la noche. Las ventanas de Bissière (1959) sobre las entradas laterales son como mosaicos con tonos fríos y azulados en el lado norte y cálidos y anaranjados en el lado sur. Marc Chagall contribuyó a la fama de la catedral con unas vidrieras inspiradas en el Antiguo Testamento (1962-69), situadas en el crucero norte y en la girola.

DATAtourisme France